miércoles 3 de septiembre de 2025
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El controvertido legado de Federico Rauch: del terror en las pampas a una muerte sin gloria

Federico Rauch fue un militar prusiano que dejó una huella profunda y polémica en la historia argentina del siglo XIX. Forjado en los campos de batalla europeos, donde combatió en las guerras napoleónicas, llegó al Río de la Plata en 1819 en busca de nuevos horizontes. Pero lo que encontró fue un territorio marcado por la disputa, donde su nombre se haría conocido no solo por su destreza militar, sino también por su brutalidad en la lucha contra los pueblos originarios.

Rauch, convertido coronel del ejército argentino, se ganó la reputación de ser “el terror de los indígenas”. Sus campañas en la pampa bonaerense se caracterizaron por el ataque sorpresivo, el exterminio sistemático y el desprecio por la vida indígena. Fue célebre su propio reporte del 18 de enero de 1828: “Para ahorrar balas, degollamos a 28 ranqueles”. Ese tipo de frases resume el estilo de un militar implacable, funcional a un Estado que buscaba avanzar sobre territorios habitados por pueblos originarios para entregarlos a la expansión ganadera.

Su carrera también se vinculó con episodios oscuros de la política nacional. En diciembre de 1828, Rauch fue quien detuvo al gobernador Manuel Dorrego y lo entregó a Juan Lavalle, quien lo mandó fusilar sin juicio previo. Lejos de los ideales republicanos, Rauch se convirtió en pieza clave del unitarismo armado, impulsado por la oligarquía porteña.

Pero su final llegaría tan abrupto como violento. El 28 de marzo de 1829, en el paraje Las Vizcacheras —cerca de la actual Gorchs—, fue derrotado por fuerzas federales e indígenas lideradas por Prudencio Arnold. En medio de la confusión del combate, Rauch fue derribado de su caballo por el cabo Manuel Andrada y, ya en el suelo, fue lanceado por un indígena conocido como “Arbolito”, miembro de la tribu de Catriel. Su cabeza decapitada fue luego arrojada en la puerta de la madre de Arnold, en una macabra escena que resumía el odio acumulado.

Hoy, la ciudad que lleva su nombre, fundada en 1865, conserva un monumento al militar en su plaza central. Sin embargo, frente a él se levanta también una escultura de Arbolito, como una interpelación simbólica al relato oficial y una forma de equilibrar las memorias en disputa.

Federico Rauch encarna una época de violencia estatal y exterminio, de avances territoriales bajo la bandera de la civilización. Pero también representa la necesidad de revisar críticamente a los protagonistas de nuestra historia, aquellos que aún hoy dan nombre a pueblos, calles y ciudades.

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