Aunque el COVID-19 dejó atrás su etapa más feroz, sus consecuencias siguen dando que hablar. A dos años del contagio, muchas personas continúan lidiando con síntomas que no siempre se ven, pero se sienten: fatiga, “mente nublada”, problemas de memoria y dificultad para concentrarse. ¿Qué pasa en el cerebro de quienes atraviesan el llamado “long COVID”? Un estudio realizado en Argentina se propuso averiguarlo.
El trabajo, llevado a cabo por un grupo de científicos del CONICET y de la UNSAM liderado por Martín Belzunce, y publicado por la revista científica BMC Neurology, analizó a 137 personas de entre 35 y 65 años residentes en el partido de General San Martín, zona norte del Conurbano bonaerense. De ese grupo, 109 habían tenido COVID-19 y todavía sufrían síntomas persistentes. Los otros 28 no habían cursado la enfermedad o la habían pasado sin secuelas. Todos se sometieron a estudios clínicos, pruebas cognitivas y resonancias magnéticas de cerebro.
FATIGA, MEMORIA Y CALIDAD DE VIDA
Los resultados son contundentes: más del 80% de quienes tuvieron COVID-19 y seguían con síntomas reportaron problemas de memoria y concentración. También manifestaron altos niveles de cansancio físico y mental. De hecho, un 60% fue clasificado con fatiga y un 24% con fatiga extrema.
Pero además de las molestias cotidianas, el estudio encontró algo que no se nota a simple vista: diferencias en la estructura del cerebro. En particular, se detectó una reducción en el volumen de ciertas áreas cerebrales relacionadas con funciones como la memoria, la atención y el procesamiento emocional.
QUÉ MOSTRÓ LA RESONANCIA
Las resonancias magnéticas revelaron que, dos años después de la infección, las personas con long COVID tenían menor volumen en el cerebelo —una zona del cerebro que regula el equilibrio y coordina movimientos, pero que también interviene en la memoria y el pensamiento—. También se observaron cambios en la corteza cerebral, con disminución de grosor en zonas vinculadas al procesamiento sensorial y la memoria espacial.
Si bien estos cambios fueron sutiles y no se tradujeron en diferencias marcadas en los test cognitivos (salvo en una prueba de atención), los autores advierten que podrían ser una señal temprana de alteraciones que conviene seguir de cerca.
Fue intervenida por una malformación espinal en la semana 27 de embarazo. Nació este domingo, a las 3:35 de la mañana, y se encuentra estable.
UNA AMENAZA SILENCIOSA
El long COVID es una condición todavía poco explorada en América Latina. Este trabajo —liderado por especialistas de la Universidad Nacional de San Martín y el Hospital Eva Perón— es uno de los primeros en la región que combina estudios clínicos, cognitivos y de neuroimagen para evaluar sus efectos a largo plazo.
Y si bien no hallaron deterioro cognitivo severo, el impacto en la calidad de vida fue significativo: solo el 1,8% de los afectados reportó sentirse en un estado de salud óptimo, contra el 44% de quienes no habían tenido COVID.
La mayoría de las personas con síntomas persistentes había sido infectada en los primeros dos años de la pandemia, cuando las variantes eran más agresivas y las vacunas aún no estaban ampliamente disponibles.
Hay que destacar que otras investigaciones internacionales sugieren que las alteraciones cognitivas y estructurales podrían revertirse con el tiempo. Estudios en Reino Unido y China observaron que algunas secuelas cerebrales comienzan a mejorar un año después de la infección. Sin embargo, los expertos advierten que es clave realizar seguimientos a largo plazo para entender el verdadero alcance de este fenómeno.

POR QUÉ IMPORTA
Para quienes tienen entre 30 y 55 años —una franja activa laboral y socialmente—, estos hallazgos no son menores. Si alguna vez sentiste que después del COVID te costaba más concentrarte, terminabas el día agotado o no recordabas algo que acababas de leer, este estudio confirma que no era solo tu imaginación.
Además, refuerza la necesidad de políticas públicas que contemplen controles post-COVID y programas de rehabilitación cognitiva y emocional, sobre todo en adultos que deben compatibilizar trabajo, familia y responsabilidades en un escenario de síntomas persistentes.
Es importante destacar que este estudio fue financiado por el Fondo de Innovación Tecnológica de Buenos Aires y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, y representa una de las investigaciones más amplias en neuroimagen sobre long COVID en nuestro país.