Desde su creación en 1956, durante el Gobierno de Arturo Frondizi, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) ha sido sinónimo de innovación, arraigo y desarrollo territorial.
Con más de 350 unidades en todo el país, su capilaridad no es solo geográfica: es humana, es institucional, es científica. Con cerca de 6.000 agentes -más del 70% con formación profesional y más de 1.500 con maestrías y/o doctorados-, el INTA ha generado resultados concretos que se miden en productividad, soberanía tecnológica y presencia real en el campo argentino.
Su impacto es medible y contundente. Administra 27.000 hectáreas de campos experimentales, genera más de 700 investigaciones anuales y sostiene laboratorios de sanidad animal y vegetal a nivel nacional. Conserva bancos genéticos frente al avance del cambio climático y, según datos de la FAO y el IICA, devuelve a la economía más de 11 veces cada dólar invertido.
Hoy en día su futuro tambalea. No solo por los ajustes presupuestarios, sino por decisiones del Gobierno Nacional que afectan su capacidad de planificar estratégicamente a corto, mediano y largo plazo. El cierre de la EEA AMBA y sus nueve agencias satélite, sumado a la incertidumbre institucional, enciende alertas en todo el sistema.
La EEA INTA Cuenca del Salado, que articula con más de veinte municipios y actores dispersos en todo el territorio, representa un modelo virtuoso de descentralización y compromiso social. Allí, alrededor de 80 personas -entre ellas becarios iniciando doctorados y trabajadores en situación transitoria- siguen apostando a la ciencia al servicio del agro, aún en estos contextos adversos.

Pero lo más valioso que tiene el INTA no está solo en cifras o instalaciones, sino que está en su gente. En sus ideas, sus capacidades, su vínculo con la comunidad. En la vocación de construir un país más equitativo desde el conocimiento. Si perdemos eso, estaremos perdiendo mucho más que un organismo técnico: resignaremos un modelo de desarrollo profundamente federal, inclusivo y sostenible. Hoy, más que nunca, defender al INTA es defender el futuro.-
Sociedad Rural de Rauch, siempre junto al productor agropecuario.
*Editorial extraída del boletín informativo de la Sociedad Rural de Rauch