Liliana González es una mujer de 42 años que desde hace 14 vive en Rauch, cuando llegó desde Buenos Aires, dónde llegó a trabajar como cartonera. Casada con Antonio y con un hijo de 11 años, Liliana tiene una historia de lucha a cuestas. Su realidad no ha mejorado como esperaba: continúa sin poder acceder a un empleo formal, a pesar de haber golpeado todas las puertas posibles, incluyendo la Municipalidad.
“Vine con la esperanza de poder trabajar y tener una vida mejor, pero después de tantos años, sigo buscando sin suerte”, relató Liliana en sus redes sociales. Asegura haber hecho de todo: trabajos informales, changas, trámites, y aun así no ha logrado acceder a un empleo estable.
Con angustia, Liliana expresó su decepción al ver cómo algunas personas con viviendas propias y beneficios sociales acceden a puestos municipales, mientras ella —que alquila y paga sus servicios con mucho esfuerzo— sigue esperando una oportunidad. “No pido que me regalen nada, solo un trabajo como a otras personas les han dado. Tengo un hijo, tengo problemas de salud, y necesito salir adelante”, declara.
También advierte que las ayudas parecen estar dirigidas a unos pocos. “A veces uno se entera de que le dieron trabajo a personas que recién llegan o que ya tienen otras ayudas. Mientras tanto, yo sigo esperando”.
Aunque agradece tener un techo, afirma que las condiciones no son buenas. “El lugar está todo mojado, pero hay que dar gracias por lo poco”, dice con resignación. Aun así, no pierde la esperanza. “No quiero volver a ser cartonera con un hijo al lado, quiero quedarme en Rauch, pero necesito trabajar”.
