viernes 9 de mayo de 2025
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Todo tiene un final, todo termina: escribe Osvaldo Gini 

En la última edición de “La Palabra”, escribo estas líneas con un dejo de nostalgia. El Semanario de Rauch no ha sido ajeno a la rápida evolución de la tecnología digital, que ha creado nuevas formas de consumir noticias, haciendo que los medios impresos sean menos atractivos para los lectores, especialmente para las generaciones más jóvenes. Nuevas fuentes de información y opinión han terminado afectando la permanencia de los medios tradicionales, incluyendo, claro está, la de esta reconocida publicación.

Así las cosas, es un buen momento para agradecerle a Adrián Rodríguez tantos años de confianza, de respeto y de libertad para trabajar sin condicionamientos de ninguna naturaleza.

Debemos siempre encontrar un tiempo para la gratitud. Esa pausa necesaria que nos permita reconocer la trascendencia de aquellas personas entrañables que hacen la diferencia en nuestras vidas.

Después de un tiempo prolongado como cronista, fotógrafo e imprentero, durante varios años y hasta el 2023 tuve el honor de dirigir periodísticamente el Semanario. Por un instante creí que había llegado allí por mérito propio. Enseguida, descubrí que en esa decisión del editor responsable había prevalecido mucho más el afecto que la idoneidad que buscaba para timonear el barco.

La responsabilidad, entonces, fue mucho mayor. Y no estuve solo en el desafío. Adrián logró conformar un sólido grupo de trabajo, que trascendió el ámbito laboral para constituirse en un círculo virtuoso de amistad que perdura hasta la actualidad.

Me estoy yendo definitivamente de esta querida publicación. “No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió”, supo señalar alguna vez el destacado escritor Gabriel García Márquez para describir aquellas experiencias que llegan a su fin.

Han transcurrido 33 años de aquel momento en que un pibe de barrio, con un título de periodista bajo el brazo, puso en marcha este sueño maravilloso, del que fui parte durante 23 años.

Y aunque hoy toque despertar de aquella quimera, estoy seguro que valió la pena.

“…Estamos en un mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña, que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar”, escribió el gran dramaturgo español, Pedro Calderón de la Barca.

Y agregó: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

Con tristeza escribo en “La Palabra” por última vez. Ya no se percibe el olor a tinta en el papel recién impreso. La máquina offset hace tiempo que dejó de girar. En algún rincón de la oficina quedó olvidada una vieja Olivetti, junto a un par de cámaras de fotos que funcionaban con rollos y después con diskettes.

En medio del abrumador silencio de la despedida, puedo escuchar a lo lejos una melodía de Vox Dei, la emblemática banda argentina de rock. “Todo concluye al fin, nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina…”.

Intento sobreponerme de la emoción que me embarga y pienso que es necesario continuar con otras búsquedas, con desafíos que nos llenen el alma. Es imprescindible perseguir nuevas utopías. Es absolutamente imperioso seguir soñando, intentando no despertar nunca… Después de todo, la vida es solo un sueño, y los sueños, sueños son.

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